¡Volver a clases!



Por Consuelo Mendoza
@ConsueloMdza



Cuando el diminuto monstruo llegó en el 2020 el mundo quedó casi paralizado, en un momento nos cambió la vida y la manera de vivirla. El dolor y la incertidumbre  se hicieron presentes en muchos hogares, y las medidas de confinamiento debieron aplicarse para proteger a la población de un posible contagio e incluso de la muerte. 

La educación escolar también se suspendió y según datos de la UNICEF, afectó aproximadamente al 91% de los estudiantes a nivel mundial, provocando un brutal cambio en sus vidas afectando su bienestar e interrumpiendo su proceso de aprendizaje formal. 

 Desde entonces muchos gobiernos, conscientes de la gravedad de la problemática educativa, comenzaron a estudiar y a trabajar en la mejor manera de apresurar el regreso a clases para reintegrar a los niños y jóvenes a las aulas sin correr riesgos innecesarios. 

“No se trata simplemente de reabrir las escuelas, sino de reabrir mejores escuelas” dice UNICEF en su publicación de agosto del 2020, afirmando también que “A medida que las escuelas abren sus puertas en algunos países, las estaciones para el lavado de las manos, el distanciamiento físico, el uso de mascarilla y la comprobación de la temperatura se están integrando en la vida escolar”

La OCDE, también ha emitido algunas recomendaciones para que los estudiantes puedan reintegrarse a sus escuelas y al mundo del aprendizaje como: evaluar los riesgos laborales del profesorado, desarrollar protocolos claros de distancia social y seguridad sanitaria, asegurar una constante y adecuada formación para el profesorado y realizarles PCR antes del inicio de clases para asegurar que no haya contagios desde el inicio.

Para muchos países la educación ha sido una de las grandes prioridades y han logrado desarrollar protocolos estrictos para aminorar el daño causado a toda una generación escolar, y lo han ido consiguiendo gracias a la coordinación del gobierno, directores, maestros y padres de familia.

En México desafortunadamente no ha sido así, y aunque se han reabierto comercios, restaurantes, plazas, estadios y hasta casinos, las escuelas han permanecido cerradas. Según la encuesta realizada por el INEGI para medir el impacto de la pandemia, hoy la deserción escolar asciende a más de 5 millones de estudiantes.

El estado de muchos planteles anterior a la pandemia ya era preocupante, así lo hace constar el documento Políticas para fortalecer la infraestructura escolar en México, de diciembre del 2018, del extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en el que afirma que 17 millones de estudiantes y 750 mil maestros asistían ya a la escuela con carencias: 29% de las escuelas primarias presentaban problemas estructurales, 2% daño estructural, 66% algún tipo de carencia y solamente el 3% estaban en condiciones óptimas.

Si durante la pandemia las escuelas han permanecido cerradas, sin recibir mantenimiento y muchas de ellas vandalizadas, es de esperarse que la situación en que se encuentran es mucho más grave que en el 2018, y no reúnen las condiciones necesarias para recibir nuevamente a los alumnos ante la intempestiva decisión del presidente para abrirlas este lunes 7 de junio, un día después de las elecciones, no obstante que está por concluir el ciclo escolar.

Las clases iniciarán sin que haya claridad y transparencia por parte de las autoridades educativas sobre los protocolos y las revisiones que garanticen la seguridad de maestros y alumnos. Sin un plan bien elaborado para reinsertar al sistema escolar a niños y adolescente que carecen de hábitos de estudio, de entusiasmo y de los estímulos necesarios para seguir adelante en su formación académica; sabiendo además que muchos de ellos sufrieron de violencia intrafamiliar o perdieron a un ser querido.

Por el bien de los niños y jóvenes y por el bien de México es urgente el regreso a las aulas! Pero debe ser un retorno bien planeado, transparente, donde sea real la participación de padres de familia y los maestros para garantizar en la medida de lo posible el éxito de una medida tan trascendente. 

Y no está por demás recordar que aún no conocemos los planes de estudio, los instrumentos de medición del aprendizaje, el nuevo contenido de los libros de texto, ni los cambios en la reforma educativa actual.

 Nuestros niños y jóvenes, nuestros hijos, son los futuros ciudadanos y merecen las oportunidades necesarias para salir adelante y para ser exitosos. Ellos merecen una educación de calidad, inclusiva y equitativa; una educación con rumbo y no un instrumento de juegos políticos. La educación marca el futuro de las naciones, recuérdalo a la hora de votar este 6 de junio. 


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