Con el tema “Repensar la enseñanza para fortalecer el vínculo con el saber y el acompañamiento socioemocional (primera parte)”, e llevó a cabo el panel 4 del segundo Ciclo iberoamericano de encuentros con especialistas, organizado por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
En el ciclo participaron Carina Kaplan ―directora del Programa de Investigación sobre Transformaciones, Subjetividad y Procesos Educativos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Argentina―; Ángel Pérez Gómez ―doctor en psicología por la Universidad Complutense de Madrid―, y Rodolfo Ramírez Raymundo ―maestro en Ciencias con especialidad en Educación por el Instituto Politécnico Nacional―, y la moderación de Bertha Salinas ―integrante del Consejo Ciudadano de Mejoredu―.
Los especialistas destacaron la necesidad de reflexionar en la escuela como un espacio de socialización donde se aprenden prácticas para el cuidado de sí mismo y del otro.
Carina Kaplan señaló que es fundamental construir una mirada sobre lo escolar que eduque para la sensibilidad hacia los demás, colocar la afectividad en el centro de la escena educativa. “Es necesario reivindicar la pedagogía del afecto, centrar las emociones como un elemento fundamental que permite crear lazos y empatía hacia el otro; educar es justamente reponer la condición de lo humano”, afirmó.
Mencionó que se debe tener claro que en sociedades desiguales la escuela es una institución que promete igualdad, donde las y los estudiantes merecen ser fortalecidos de tal forma que, si la sociedad los menosprecia, la escuela sea el espacio simbólico para enaltecerlos.
Expuso que la pedagogía del cuidado implica tramitar las emociones de un modo relacional, fraternal, y que en esta época de desigualdad es necesario reivindicar una pedagogía de las emociones que derribe muros y permita albergar a las mayorías silenciadas, por lo que la escuela se constituye en un territorio simbólico de esperanza.
Durante su intervención, Ángel Pérez Gómez destacó que es clave repensar la función de los docentes. En su opinión se deben priorizar aspectos como aprender a vivir en la incertidumbre y manejar la fragilidad y el cambio permanente; cultivar la sabiduría de la información y el pensamiento crítico, práctico y creativo privilegiando la relevancia y la calidad del saber; fomentar el cuidado de los demás; promover el cuidado de la naturaleza ―es decir, desarrollar la conciencia ecológica―, y comprender, aprovechar y disfrutar educativamente los potentes escenarios virtuales.
Dijo que la pedagogía heredada no está preparada para responder a las actuales exigencias educativas pues se basa en un aprendizaje memorístico y descontextualizado; que hoy se requiere de una nueva cultura pedagógica, enfocada en desarrollar capacidades y disposiciones cognitivas y socioemocionales para afrontar la complejidad de los problemas actuales, y que es necesario repensar el quehacer docente a partir de tres ejes: reconstruir su conocimiento práctico, reactivar la implícita “mochila pedagógica” que han construido a la largo de su experiencia, y aprender a enseñar no sólo a través de modelos, estrategias y teorías sino, sobre todo, aprender a conocer, pensar, sentir y actuar como profesional del conocimiento y del aprendizaje educativo.
Finalmente, Rodolfo Ramírez Raymundo opinó que el cierre de escuelas significó el cierre de uno los mayores espacios de socialización, pues es ahí donde se construye gran parte de la personalidad, los afectos y las capacidades de relación de niños y jóvenes.
Indicó que, pese al gran esfuerzo del cuerpo docente para brindar atención a sus estudiantes, éstos han debido enfrontar el reto de aprender en solitario, además de que gran parte de la educación remota ha dependido de las condiciones familiares para el acceso a dispositivos tecnológicos y espacios adecuados, y de las posibilidades y las capacidades de las personas adultas para brindar acompañamiento y apoyo. Manifestó la necesidad de hacer válido el principio de equidad y atender de manera prioritaria a las y los estudiantes que mantuvieron poca o nula comunicación con sus docentes.
Concluyó enfatizando la necesaria autonomía docente para fomentar la capacidad de aprender a pensar, potenciar la inteligencia y desarrollar el pensamiento crítico de las y los educandos, a partir del conocimiento y la experiencia que poseen.
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