Por P. Santiago Martín
(Franciscanos de María)
Una vez concluido el Sínodo alemán, con la aprobación de normas abiertamente en contra de la doctrina de la Iglesia, las consecuencias no se han hecho esperar. En la propia Alemania, tanto el presidente como el vicepresidente de los obispos han dejado claro que, de forma inmediata, van a poner en marcha en sus respectivas diócesis la bendición de todo tipo de parejas que conviven sin estar casadas por la Iglesia. Preguntado el presidente, monseñor Bätzing, si era consciente de que eso había sido prohibido explícitamente por el Papa hace dos años, al permitir la publicación de un documento de Doctrina de la Fe, contestó diciendo que él iba a poner en marcha ese tipo de bendición en su diócesis.
Fuera de Alemania, un grupo de obispos franceses va a pedir al Vaticano que se reformule la doctrina sobre la homosexualidad, para que las relaciones homosexuales dejen de ser consideradas como pecado, en línea también con lo aprobado por los alemanes. En Bélgica, los obispos de lengua flamenca llevan ya un año impartiendo bendiciones a las parejas homosexuales e incluso han publicado un ritual litúrgico sobre cómo hacerlo, sin que nadie les diga nada.
También ha habido reacciones en contra, pero han sido muy pocas. Sólo algunos obispos han alzado su voz recordando que lo aprobado en Alemania va en contra de la enseñanza de la Iglesia y pidiendo al Papa que intervenga. ¿Por qué este silencio? Se me ocurren, al menos, tres explicaciones. La primera es que el conjunto del Episcopado está de acuerdo con las tesis alemanas; esta explicación, sin embargo, la descarto, al menos por lo que concierne a África y una parte amplia de los obispos del resto del mundo. La segunda explicación es que creen que el Papa está de acuerdo, en el fondo, con lo que quieren los alemanes y no desean enfrentarse con él, por temor a que les retire de su cargo o porque consideran que el Papa es el dueño del mensaje y no el primer servidor del mismo; esta explicación lleva añadida la creencia de que el Papa es un hipócrita, pues reiteradamente ha criticado el Sínodo alemán y ha permitido que se publiquen documentos prohibiendo lo que los alemanes han aprobado; no creo que este sea el motivo del silencio del conjunto del Episcopado mundial, porque si así fuera sería aún más grave que lo que promueven en Alemania. La tercera explicación es que consideran que hay que esperar o bien a que el Papa se pronuncie o a que llegue el mes de octubre y, en el marco del Sínodo sobre la Sinodalidad, se afronten éstas y otras cuestiones. Por los motivos que sean, la realidad es que el Papa está solo, le han dejado solo. Es cierto que únicamente él tiene el “ministerio petrino”, pero si hubiera habido una reacción mayoritaria y mundial en contra de lo que los alemanes han aprobado y a favor de lo que el propio Vaticano ha publicado con permiso del Pontífice -la prohibición de la bendición de parejas homosexuales es de hace tan solo dos años, la carta de los cardenales Parolín, Ladaria y Ouellet es de hace dos meses y el discurso del nuncio en Alemania, por encargo oficial como él mismo dijo, es de hace poco más de una semana-, el Papa se sentiría mucho más apoyado a la hora de enfrentarse con un cisma de incalculables consecuencias.
Son muchos los que a mí y a unos pocos como yo nos insultan, diciéndonos que estamos en contra del Papa porque defendemos no sólo la doctrina de la Iglesia, sino incluso lo que el propio Papa dice. Es surrealista y el colmo de la incongruencia: defiendes al Papa y lo que el Papa enseña y te acusan de estar en contra del Papa. En realidad, son ellos los que están en contra de él porque, sin decirlo abiertamente, están diciendo que el Papa es un hipócrita que cree y promueve lo contrario de lo que dice. Yo no quiero creer que esto sea así y tampoco quiero dejar al Papa solo. Él es el Vicario de Cristo, la cabeza visible de la Iglesia, y es en momentos históricos como éste en los que no hay que dejarle solo, demostrando públicamente que estamos con él, con lo que él enseña -por ejemplo, la carta que escribió a la Iglesia en Alemania poco después de empezar el Sínodo o sus declaraciones acusándole de elitista e ideologizado-, con lo que él manda que enseñen sus más próximos colaboradores, y, por supuesto, con lo que la Iglesia ha enseñado siempre. No podemos dejar que el Papa se enfrente él solo contra este cisma.
0 Comentarios