Actualidad Comentada, colaboración del Padre Santiago Martín/Salvar Occidente

 




P. Santiago Martín
(Franciscanos de María)


La guerra en Ucrania sigue. Las bombas continúan destruyendo ciudades y segando vidas. Los ucranianos siguen huyendo de su martirizado país y se dice que ya son doce millones los refugiados. 


Mientras, algunas empresas de los países que proporcionan armas a Ucrania e incluso algunas naciones, se avienen a las condiciones impuestas por Rusia para no perder sus negocios o para no dejar de recibir gas. 


Es como si, poco a poco, la tensión se fuera rebajando y ya no fuera tan noticia lo que hasta hace unos días nos horrorizaba. Es como si, poco a poco, Occidente fuera aceptando que Rusia va a ganar porque es más fuerte y los ucranianos van a perder porque son más débiles. 

Y aquí viene la gran cuestión: ¿qué es Occidente? No es un término geográfico, pues, si fuera sinónimo de lo que está más al oeste de donde me encuentro, concluiríamos que para los norteamericanos Occidente es China. 


Se trata de un concepto que se forjó a partir de la unión de tres grandes corrientes intelectuales y espirituales: el pensamiento griego, el derecho romano y la religión judeo-cristiana. Quizá San Pablo fue el primer hombre occidental en sentido pleno, pues nació en el ámbito cultural griego, era ciudadano romano y fue el gran difusor del cristianismo. 


En ese sentido, Occidente es aquel país y aquella persona que asume estos tres grandes conceptos, al margen de donde esté viviendo e incluso si no eres creyente de la religión que contribuyó de manera decisiva a fundar Occidente. 

Un país occidental y un hombre occidental, incluso sin ser consciente de ello, da importancia a la búsqueda de la verdad, acepta que todos somos iguales ante la ley y pone el amor -y el perdón como su expresión más sublime- como el principio motor de su vida. 


En el siglo XVIII, la Ilustración acuñó esos tres conceptos en una proclamación que hizo suya pero que ya era vieja: libertad, igualdad y fraternidad. Entendida al modo occidental -y por eso al modo cristiano-, la libertad sólo es posible si se busca la verdad (“La verdad os hará libres”), la igualdad implica el respeto a unas leyes que afectan a todos y la fraternidad sólo es posible porque asumimos que existe un Padre común, Dios, que lo es porque nos ha creado y porque nos ama, y que nos enseña que el único modo de tratarnos como hermanos es amándonos como Cristo nos amó.

Según esto, ¿Occidente sigue siendo occidental? La libertad se ha convertido en libertinaje y el mejor ejemplo es la ideología de género; la igualdad ante la ley excluye, por ejemplo, a todos los no nacidos y a los que ya no son productivos; la fraternidad es una mera frase no practicada, en una sociedad donde el amor es sinónimo de sexo y el perdón es sinónimo de debilidad. 


Las bombas que caen sobre Ucrania no sólo matan personas, también demuestran que el que las arroja no es occidental y por lo tanto no es cristiano, por mucho que reciba la bendición de su patriarca. Pero tampoco lo es ese Occidente que legaliza matar niños y vender sus pequeños órganos para trasplantes, que considera el género como una cuestión cultural o que ha hecho del relativismo su principal ideología. 


Cristo era más occidental que Pilato, pues en el Pretorio Nuestro Señor habló de la verdad -cuestión típicamente occidental- mientras que el romano, en una mala versión de los cínicos griegos, dudó de la posibilidad de encontrar esa verdad y lo mandó matar, a pesar de saber que era inocente. El lavatorio de manos de Pilato mata a Occidente y son los mártires cristianos del Coliseo romano los que lo salvan.

Pero no está todo perdido. Occidente aún puede salvarse. Hay signos de esperanza. Por ejemplo, el editorial del diario económico “Wall Street Journal” de esta semana, en el que pide que el Tribunal Supremo norteamericano derogue la ley que permitió legalizar el aborto en Estados Unidos, para que puedan ser los Estados los que legislen sobre ello y el aborto deje de ser considerado un derecho. 


Defender la vida, especialmente la del más débil, es occidental, lo mismo que lo es buscar la verdad o aceptar que todos somos iguales ante la ley. Las bombas que caen sobre Ucrania son un ataque a Occidente, pero también lo son el relativismo, la ideología de género y la destrucción de la familia. Para salvar Occidente no sólo hay que acabar con la guerra, sino también con las tres grandes amenazas que, como un cáncer, lo están destruyendo.



Publicar un comentario

0 Comentarios