P. Santiago MartĂn
(Franciscanos de MarĂa)
Un clĂĄsico de la estrategia polĂtica es aprovechar momentos de tensiĂłn, donde la atenciĂłn mundial estĂĄ puesta en determinados acontecimientos, para aprobar leyes que, en otras circunstancias, generarĂan un gran revuelo social y el rechazo de una parte de la poblaciĂłn.
AsĂ estĂĄ pasando ahora con la situaciĂłn que se vive en Ucrania, que puede ser el inicio de una tercera guerra mundial. Mientras la mirada del mundo estĂĄ puesta ahĂ y se anuncian grandes catĂĄstrofes, como que el paĂs serĂĄ arrasado y su capital, Kiev, saqueada, la cultura de la muerte sigue dando pasos para consolidar su dictadura.
Esto, ademås, no sucede sólo en Europa. En Estados Unidos, el presidente Biden sigue insistiendo en apoyar el aborto con todas sus fuerzas, convirtiéndolo, como en Europa, en un derecho, al que nadie se pueda oponer.
En LatinoamĂ©rica, cada vez son mĂĄs los paĂses que se inclinan por esta calificaciĂłn del aborto, con el fin de prohibir cualquier tipo de objeciĂłn al mismo. Pero el aborto es sĂłlo la punta de lanza, porque unido a Ă©l viene la eutanasia y todo el paquete de medidas legislativas ligadas a la ideologĂa LGBT.
Por desgracia, la opiniĂłn pĂșblica ha sufrido el efecto de lo que se conoce como el “sĂndrome de la rana hervida” y asĂ se ha pasado en pocos años de considerar el aborto, la eutanasia y todo lo demĂĄs, como algo inaceptable a considerarlo como algo tolerado para terminar convirtiĂ©ndolo en un derecho.
Dentro de la Iglesia tambiĂ©n se ha producido ese fenĂłmeno, como demuestra el desafĂo abierto que estĂĄ haciendo la Iglesia alemana a muchas de las normas morales catĂłlicas, sin que haya un rechazo pĂșblico y generalizado por parte de la jerarquĂa y de los fieles.
Salvo que una catĂĄstrofe obligue a los que controlan el mundo a replantearse su estrategia, la Iglesia va a tener que elegir a medio e incluso a corto plazo entre someterse o aceptar las consecuencias de no hacerlo.
El excelente secretario del Episcopado español, monseñor ArgĂŒello, decĂa hace unos dĂas que Cristo fundĂł la Iglesia como la sal de la tierra y no como el azĂșcar del mundo. Tiene razĂłn. Pero hay que estar dispuestos a pagar el precio de ser sal, levadura y luz que brilla en la oscuridad. Y hay que prepararse para ello. El agua en que metieron a la rana ya estĂĄ muy caliente y le quedan pocas posibilidades de saltar fuera de la olla donde se estĂĄ cociendo. EstĂĄ adormecida y no se da cuenta de cuĂĄl va a ser su final.
Lo mismo pasa con la mayorĂa de los catĂłlicos practicantes, que cada vez son menos; son mayores y no quieren complicaciones, les basta con sus rutinas. O despertamos las conciencias de los que siguen siendo fieles, o terminaremos por ser el azĂșcar del cafĂ©, en lugar de la sal de la tierra. Por desgracia, no da la impresiĂłn de que nos estemos preparando para ser sal, sino mĂĄs bien para convertirnos en un elemento mĂĄs de los que usa el sistema para adormecer a la gente, mientras el agua se pone cada vez mĂĄs caliente, sin que la rana intente ni siquiera salvarse.
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