La realidad alcanzó al actual régimen: sus fracasos en la gestión de gobierno y sus derrotas políticas empiezan a aflorar.
Pero eso no significa que políticamente ya estén derrotados.
Significa que habrá una reconfiguración del actuar del gobierno, del partido oficial, Morena, y de sus aliados con miras a permanecer en el poder.
Para ponerle un parámetro a la afirmación del fracaso en su gestión como gobierno vale la pena referir a posiciones de sus impulsores antes de llegar al poder y compararlos con sus resultados.
Por ejemplo, en seguridad las cifras son contundentes: los primeros tres años del sexenio de Vicente Fox el número de homicidios fue de 31 mil 110 y en el actual gobierno llegaron ya a 109 mil 925.
Muy lejos quedaron las promesas del opositor López Obrador de que acabaría en tres años con la violencia. El 3 de enero de 2018, en Izamal, Yucatán, asumió su compromiso:
“Yo voy a conseguir la paz, ese es mi compromiso, voy a conseguir la paz y a terminar con la guerra; no vamos a continuar con la misma estrategia que no ha dado resultados. A mitad del sexenio ya no hay guerra y vamos a tener una situación totalmente distinta.
“En muy poco tiempo vamos a reducir la delincuencia, en la medida que haya crecimiento económico, generación de empleo y se van a ir aplicando los programas de desarrollo social, va a ir bajando la delincuencia en el país”.
Estamos a mitad del sexenio, la violencia está fuera de control y los programas clientelares de entrega de dinero (implementado con variantes desde el sexenio de Felipe Calderón) han resultado un fracaso para incidir en la baja de criminalidad.
Los dos más reciente estudios del Consejo Seguridad, Justicia y Paz sobre los municipios más violentos son contundentes:
En “prevención social del delito” se gastaron más de 16 mil millones de pesos (casi 3 mil millones con Calderón y más de 13 mil millones con Peña) sin ningún resultado. Fue dinero tirado a la basura. El país terminó siendo más violento e inseguro.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se propuso profundizar y llevar al límite esa política absolutamente errónea. Sólo en su primer año y en un solo programa (“Jóvenes construyendo el futuro”), el nuevo gobierno en 2019 se gastó 43 mil millones de pesos, casi tres veces más que lo que gastaron en “prevención social del delito” los gobiernos de Calderón y Peña. En 2020 gastó 26 mil millones de pesos y para 2021 el presupuesto es de 21 mil millones de pesos.
Y el resultado de haber gastado desde 2009 más de 100 mil millones de pesos en la supuesta “prevención social del delito” ¿cuál fue? Que no por muchos “becarios” dejó de haber sicarios; la violencia empeoró, no disminuyó.
(http://www.seguridadjusticiaypaz.org.mx/sala-de-prensa/1600-la-violencia-en-los-municipios- de-mexico-2020)
Hay otros fracasos, como el número de personas en situación de pobreza dado a conocer por el Coneval, que aumentó en 3.8 millones de personas en comparación con 2018, cuando inició el gobierno de López Obrador.
En estas materias el daño al país es incalculable y para este régimen ya no habrá tiempo para corregir. El fracaso ya está consumado.
Las derrotas políticas
Tres hechos continuos en dos meses marcan derrotas al proyecto político de López Obrador.
Las elecciones, que no pudo conseguir en las urnas nuevamente la mayoría calificada en el Congreso de la Unión; la “consulta” para enjuiciar al pasado en el que sólo participó el 7 por ciento de la lista nominal y el rechazo para que su amigo, el Ministro Arturo Zaldívar extendiera por dos años más su periodo como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En el fondo se trata de una defensa ciudadana del estado de Derecho del país, de la división de poderes, pues en los tres casos López Obrador buscaba modificar la estructura legal con el único afán de impulsar su proyecto ideológico.
Esas señales no significan que el régimen esté derrotado y por lo dicho hasta ahora va a seguir en su ruta trazada.
López Obrador y el partido oficial, Morena, van a cumplir con su amenaza de impulsar una reforma electoral para ajustar al INE a su proyecto; buscarán hacer lo mismo con el Trife, sobre todo ahora que su aliado, el depuesto presidente José Luis Vargas insiste en permanecer en el cargo. El Presidente ha reiterado que enviará la iniciativa a la próxima Legislatura federal que inicia funciones el 1 de septiembre.
Sobre su popularidad, López Obrador está tan seguro que se mofó de la oposición tras el resultado de la consulta del 1 de junio y la retó a ganarle en la revocación de mandato, cuyos trabajos formales arrancarán en noviembre y se realizará en marzo del 2022.
Y frente al diagnóstico de la pobreza difundido por Coneval respondió con las cifras crecientes de las remesas que mandan los paisanos y ratificó el éxito que para él tienen los programas clientelares oficiales de entrega de dinero en efectivo.
Sigue convencido de que tiene que impulsar su propio proyecto de transición, pues para él, “lo viejo no se termina y lo nuevo no acaba de llegar”.
Es el mismo López Obrador de siempre, testarudo, bronco, frontal que augura tres años de una mayor confrontación para imponer su proyecto y para mantenerse en el poder.
Para las organizaciones ciudadanas queda una tarea de mayor articulación para crear conciencia de los daños que este empecinamiento ideológico ya heredó al país nos llevarán mucho tiempo resarcirlos y de la necesidad de corregir el rumbo entre todos y por la vía democrática.
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